El saboteador by Andrew Gross

El saboteador by Andrew Gross

autor:Andrew Gross
La lengua: spa
Format: epub
editor: Planeta México
publicado: 2020-08-27T22:50:54+00:00


41

Tras tomar su arma, Nordstrum se deslizó en silencio por el hueco del ducto y entró a la enorme sala. Los compresores siseaban y repiqueteaban mientras sintetizaban cada aterradora gota del preciado producto.

Stromsheim lo seguía de cerca con el saco lleno de explosivos.

El vigilante escribía en el cuaderno y, al parecer, tarareaba las notas de alguna canción mientras movía la pluma, ajeno a la presencia de los extraños.

Nordstrum jaló el martillo de su arma.

Como relámpago, el vigilante alzó la mirada y parpadeó dos veces al ver al hombre con un uniforme militar que no era alemán apuntándole con un arma, y a otro hombre detrás del primero.

Se quitó los lentes y se talló los ojos.

—Le aseguro que somos bastante reales. —Nordstrum avanzó hacia él—. Y, si quiere seguir con vida durante los siguientes minutos, hará todo lo que digamos. Ahora, levante las manos.

—No dispare —dijo el hombre, haciendo lo que Nordstrum le ordenaba—. ¿Quién diablos son ustedes y cómo llegaron hasta aquí? La puerta está cerrada.

—Eso no importa —contestó Nordstrum—. ¿Acaso nunca antes ha visto a un soldado inglés? Ahora, póngase de pie y muévase de ahí. Mantenga las manos levantadas.

—¿Ingleses? Esto es muy sorprendente. —El vigilante se puso de pie y siguió las instrucciones de Nordstrum—. ¿Qué es lo que quieren aquí?

—Primero, ¿en dónde está la llave de la puerta exterior? —Salir por aquella puerta era su única ruta de escape posible.

Despacio, el vigilante se llevó una de las manos abiertas al pecho. Sacó un llavero del bolsillo del chaleco.

—¿Puedo?

—Póngalo sobre la mesa. —Indicó Nordstrum con el arma.

Con torpeza, el hombre descartó las llaves hasta encontrar la que buscaba. Puso el llavero completo, con la llave indicada separada, junto a su cuaderno.

—Sabe que si los alemanes los encuentran aquí, nos matarán a todos.

—Más vale entonces que haga su mejor esfuerzo por que eso no ocurra. —Volteó hacia Stromsheim—. Revisa afuera de la puerta y toma tu arma —le dijo en inglés. Stromsheim se dirigió a la puerta del sótano, la abrió despacio y asomó la cabeza—. Dígame su nombre —le ordenó Nordstrum al vigilante.

—Es Gustav. Gustav Fredrickson.

—Bien, Gustav Fredrickson. Haga lo que decimos y no tendrá de qué preocuparse. De lo contrario, no puedo prometerle que las cosas salgan bien. ¿Con qué frecuencia vienen los guardias?

El vigilante miró el reloj que estaba sobre la pared.

—Una vez cada hora, por lo general diez minutos después de la hora. Siempre puntuales. —Eran las 12:48. Eso les daba veinte minutos—. Revisan los niveles del agua y toman notas. Los malditos no pueden darse el lujo de perder una sola gota. Pero hay otros más en el edificio… Mi capataz. Él también viene. No estoy seguro de que puedan contar con él.

—¿Y podemos contar con usted? —preguntó Nordstrum.

—¿Conmigo? Sí. ¿Comandos británicos que saben hablar noruego? Miren, sé lo que han venido a hacer.

—¿Ah, sí? —Nordstrum abrió el saco lleno de explosivos y lo puso sobre la mesa—. Entonces, más vale que comencemos, ¿no cree?



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